Así que tras analizar consecuentemente el mercado durante un periodo de 3 semanas y jugar a un simulador de bolsa durante 2 semanas, me convencí de que invertir en Santander era una buena idea: bajo PER, negocio diversificado, más de un tercio de la Cifra Neta de Negocios en América Latina, con dinero para realizar buenas inversiones y con su socio Banesto sacando buenas cifras beneficios.
Todo eran esperanzas para mi inversión. Ese mismo día el Gobierno anunciaba aumentar el FGD a 100.000 euros, y realizar una compra de activos contra deuda pública por 30.000 millones de euros (entre un 3-5% de nuestro PIB). La verdad es que era una maniobra lógica para paliar la crisis, aplaudida desde todos los altares y desde mi propia perspectiva. Esas medidas debían despertar un atisbo de confianza entre los inversores. El plan del gobierno (por fin una reacción por Solbes que no fuera siesta en el congreso) era ambicioso, además estaba respaldado por la oposición. Todo apuntaba a que la mañana siguiente fuera todo "très bien".
Pero no fue así... todo por culpa del Nikkei (principales valores de Japón) que se hundió hasta un 9 y pico por cien, lo que arrastró nuestro IBEX35 en cerca de un 5%. Y el Santander en particular en un 6,5%. Terrible.
Menos mal que los bancos tardan un tiempo en abrir una cuenta de inversión y no pude gestionarlo.
Moraleja: Más vale conformarse con lo que tienes cuando vives en tiempos revueltos.
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