domingo, 14 de septiembre de 2014

Dilema moral

Hoy otra vez me asaltaba mi conciencia, si puedo permitirme ayudar a otros ¿por qué no hacerlo?. Llevo años con este pensamiento en mi cabeza y no había decidido dónde conducir esta fuerza interior hasta ahora. 
Mil y una veces me he planteado realizar ayudas de voluntariado en algún comedor social o participar en la recogida de alimentos para aquellos que más lo necesitan. Sin embargo no había pasado la barrera de realizar donaciones o entregar comida para las campañas que se realizan en los hipermercados (que es muy importante y seguiré haciéndolo). 
La razón de no haber dado este paso no ha sido nunca la falta de ganas, sino la responsabilidad con la causa. Adquiriría una responsabilidad comprometiéndome en algo que difícilmente sería sostenible en el tiempo por mi ritmo de vida. Hay que pensar que cuando te comprometes con algo de este calibre, debes ser capaz de llevarlo a cabo. Hay gente que puede llegar a depender de ti y no las puedes fallar. No puedes fallar.
Sin embargo hoy creo que me he decidido por tomar partido en algo que supondrá cierto esfuerzo: apadrinar un niño. Falta concretar las opciones, aunque seguramente lo realice por Cáritas, ya que es la única institución en la que puedo confiar desde el desconocimiento de otras ONG's (y el conocimiento de otras).
Yo lo entiendo como un acto complejo por lo que la decisión está a un 99%. Podríamos decir que no es tan complicado"son sólo 25 Euros mensuales y si no quieres lo dejas“. Si, es verdad, para nosotros es una cifra que invertimos en estupideces la mayoría de las veces (y me incluyo). ¿Pero sabéis lo que es dar 20 Euros mensuales durante años? Es mucho tiempo y no podré olvidarme de hacerlo. Es una vida humana la que está en juego, es su vida entera y no hay excusas que valgan luego. No existe ese "si no quieres lo dejas".
Quería compartir con vosotros estas reflexiones pues, quizás muchos estáis pensando en apadrinar un niño pero no habíais calculado las consecuencias que esto tiene y por ello me parecía conveniente aclararlo.

lunes, 7 de julio de 2014

Franquicias y Sociedad

Una lucha que llevo en casa desde mi pequeña economía es el dilema "¿en qué gasto mi dinero?". Cada persona, en cada euro que se gasta o invierte define el mundo en el que desea vivir.

En Madrid año 2014, y en otros tantos lugares, el consumo está dirigiéndose de manera irrevocable a las franquicias. La mayoría de las franquicias basan su fuerza en una idea exitosa (no tiene por qué ser nueva) que irrumpe rápidamente en un mercado, con un producto tipo; que implica una reducción de costes simplificando la cadena productiva y siendo intensiva en una mano de obra barata. Los valores que me trasmiten en general este tipo de negocios son en general tres, y todos ello negativos.

En primer lugar, no me gusta la idea de venta de productos de baja calidad que impidan la competencia al copar rápidamente el mercado con precios bajos. Esto coge por sorpresa a los antiguos competidores a los que tiende a expulsar e impide la competencia de nuevos competidores. Así, entre una fuerte estructura precios bajos y un fuerte marketing, sumado a que cuando aparece alguna posibilidad real de pérdida de mercado realizan fuertes bajadas de precios, se hace imposible la aparición competencia. Esto nos conduce al primer punto negativo, falta de productos de calidad, que estén diferenciados y puedan ser originales.

El segundo punto negativo es el tipo de trabajo que genera. Generalmente las franquicias emplean personal temporal con bajos salarios, amplios horarios y turnos en fin de semana. Esto se acentúa en aquellos trabajos que ya tenían esta problemática como puede ser la hostelería. Llevando lo peor de este modelo a sectores que nunca se habrían imaginado llegar a esta situación, como el sector del mueble trabajando domingos y festivos. Hay que recordar que esa gente también tiene familias e hijos a los que les gustaría y/o deberían atender .

Y finalmente el puramente crematístico, ya que los beneficios que se sacan de los negocios franquiciados viajan en buena parte directamente a través de fondos de inversión sin apenas tributación sobre los mismos. Y este punto es importante, ya que sin esos impuestos no se pueden realizar acciones que mejoren la situación de todo el mundo. A esto le sumamos que en lugar de repartirse el beneficio entre multitud de comerciantes, una única casa se come todo el pastel.

No se entienda este artículo como un ataque a las multinacionales (otro día comentamos), que suelen diferir mucho respecto a las franquicias al menos en los puntos primero y segundo, sino contra las franquicias. Nada me da pena que un filólogo trabajando en una tienda de muebles que vende un domingo a las 8 muebles económicos y de mala calidad a un ingeniero que trabaja en una tienda de electrónica para venderle una televisión al primero. ¡Qué despilfarro de talento!

Lo positivo de esta situación es que cada uno tiene en su poder la palanca para construir el modelo de Sociedad que quiere, y este a mi no me gusta y en consecuencia actúo.

lunes, 19 de mayo de 2014

Crisis de Estado: Cataluña independiente II

Hace algunas semanas escribía sobre la cuestión catalana. Cuando escribí esas líneas, el ambiente era de gran tensión y hostilidad. Actualmente la situación ha cambiado, aunque no diría que ha mejorado, ya no hay tal caudal de noticias que hagan referencia a la independencia.

En todo este tiempo me preguntado, ¿qué pasaría si unos nacionalistas ganarán unas elecciones, convocaran un referéndum y proclamasen su independencia?. Entonces, ¿Qué haríamos el resto de España?, ¿y otras comunidades?, ¿y el resto de mundo?

Sería impensable dirían muchos. Pero quizás haya que recordar que eso mismo se decía de aquel país, que venía de celebrar los JJ.OO. de invierno en 1984: Yugoslavia. Aquel país que 7 años después de los Juegos comenzó su desintegración en la Guerra de los 10 días, previa declaración de independencia de Eslovenia. Y lo que es peor, supuso el inicio de varias guerras civiles que cubrieron de muerte y pobreza un lugar a poco más de 2 horas de avión desde Madrid. Esto fue Europa, y no hace tanto tiempo.

Voy a resumir ligeramente la situación (perdón por no concretar más, pero tardaría demasiado en documentarme adecuadamente sobre cada paso)

Tras la caída del muro de Berlín, en las diferentes repúblicas que formaban la federación de Yugoslavia se produjo una serie movimientos independentistas auspiciados por el cambio en las normas del juego: la democracia. En primavera de 1990 celebraron las primeras elecciones en Eslovenia, resultando ganador el partido los nacionalista-democristiano Demos. Tras la victoria, se siguió la hoja de ruta a la independencia marcada por Demos: referéndum y autodeterminación con una fuerza propagandística que definía claramente dos bandos. Con ellos o contra ellos.

La Yugoslavia de Milosevic, se defendió, incluso incumpliendo su constitución que establecía una presidencia de Yugoslavia rotativa entre sus miembros. No se admitió que la asumieran Eslovenia y Croacia cuando les tocaba, no adoptando las normas establecidas de la constitución de 1974. Y a modo de aviso, los serbios anularon la autonomía de las regiones de Kosovë y Vojvodina. 

Se celebraron dos referéndum en los que se votó por por la independencia por una amplia mayoría. Con los resultados favorables en la mano, el Gobierno Esloveno propuso una negociación forzada de Gobierno a Gobierno. Negociación que Yugoslavia no aceptó argumentando que un Estado no podía negociar de tú a tú, de forma bilateral, con una región. 

Extracto de El Diario El País de la época: "Quedarse en casa es interpretado como un voto negativo y, desde luego, antipatriótico. El Gobierno ha montado una impresionante campaña publicitaria a favor del plebiscito, llegando a aconsejar a los periódicos, en el puro estilo del agitprop (propaganda comunista), exaltar la independencia de Eslovenia, seleccionar las declaraciones poco optimistas acerca de la misma, minimizar la importancia económica del resto de Yugoslavia y subrayar la dificultad de supervivencia de los eslovenos en Yugoslavia"
De esta manera, y sin común acuerdo, el 25 de junio de 1991 Eslovenia proclamó una independencia que fue seguida de diez días de combates contra el ejército yugoslavo. Un alto el fuego negociado por la Comunidad Europea obligó a los eslovenos a suspender tres meses la declaración de independencia.

Cabe mencionar que dos días antes, los doce estados miembros de la Comunidad Europea y los Estados Unidos habían dicho públicamente que nunca reconocerían la independencia eslovena y que daban apoyo total a la unidad yugoslava. En el caso de la Comunidad Europea Jacques Delors dejó claro, además, que Eslovenia nunca sería parte de Europa. Y de una manera sincronizada el ministro de Defensa yugoslavo, entonces, el general Velijko Kadijevic advirtió que sus tropas quedarían en Eslovenia para defender la unidad yugoslava.
Sin embargo, el 4 de julio los Estados Unidos y Alemania, dijeron que a la vista del comportamiento del gobierno yugoslavo consideraban que la independencia eslovena era 'inevitable' al no encontrar puntos de acuerdo con el gobierno yugoslavo. Como respuesta, los aviones federales yugoslavos bombardearon Liubliana. 
El resto de la historia ya es sabida: Serbia emprendió una guerra de agresión a gran escala contra todas las demás repúblicas que emularon la hoja de ruta marcada por Eslovenia: Elecciones ganadas por nacionalistas, referendums de independencia, etc.
Estas decisiones tomadas por unos y por otros significaron la muerte de entre 150.000 y 200.000 personas, la mayoría civiles, sobre una población de 24 millones de personas. En las que la práctica totalidad de la antigua federación yugoslava sufrió directa o indirectamente. 

En 2004 Eslovenia se convirtió en miembro de la UE. Curiosidades de la vida, su independencia significo el inicio de una guerra y caos en el centro de Europa. Desde el punto de vista de mi generación toda esta historia es lejana y ficticia hasta que uno se adentra a conocer su historia.

Bibliografía

jueves, 17 de abril de 2014

Crisis de Estado: Cataluña independiente

Ha pasado mucho tiempo desde venimos sufriendo la tensión entre Cataluña y el Gobierno Central. De hecho, creo que hay gente que ha perdido la noción del tiempo. Así, hoy día, no sería capaz de definir una fecha de inicio de esta última crisis de Estado que nos rodea y asfixia por igual.

En alguno medios me hartado a escuchar que esta situación de posible colisión del Estado, que han denominado con cierta gracia "pasión de catalanes" e "independizar en tiempos revueltos", tuvo su inicio en los primeros días de gobierno de la Administración Rajoy. Según estas teorías, ésta es la situación derivada de los intentos frustrados del President de cambiar el modelo financiación autonómica por uno más favorable ante el precipicio financiero ante el que se encontraba. Pero pensando en la crisis inmediata y la historia moderna del país el enfoque es erróneo.

Simplificar supondría  tomar como cierto que los problemas vienen de una frustración. Hasta aquí de acuerdo. Una frustración creada sobre la negativa del Gobierno de España ante un escenario de carreras de obstáculos financieros ante la que se encontraba. Aquí no. Simplificar que el problema catalán, limitarlo a la pela es demasiada simplificación.

No es concebible correr los riesgos que se corren, por la parte y por el todo, por una cuestión puramente crematística. El problema es de fondo: no existe un objetivo común para la existencia del Reino de España. Ni siquiera el fútbol ha conseguido dar esa unión, que sí consiguieron los Juegos Olímpicos del 92. Los Juegos de Barcelona o los Juegos en España, fue el último éxito. Falta la lucha por la consecución de un éxito / objetivo compartido del que todos nos sintamos participes.

¿Y que hacemos hoy? Estamos en plena crisis económica, con un paro galopante y una masa social destrozada anímicamente de tanta subida de impuestos y recortes en asistencias sociales. Bajo mi punto de vista sólo se puede tomar una determinación: remar, remar y REMAR.

Remar, es ir hacia adelante. Continuar con política que prioricen en los objetivos de Estado comunes a todos los españoles: bajar el paro, presión fiscal, mejorar servicios públicos y seguir construyendo el único objetivo que nos puede ayudar; contribuir al fortalecimiento de Europa. Para ello, hay que luchar por no echar más leña al fuego, alargar los procesos de referendum y otras formas de acción directa. No para no abordarlas nunca. Hay que resolver los problemas en un momento en el que el país disponga de mayor músculo. Sea para convencer a los que no creen en el proyecto común, sea para dividirnos cerca de la playa y no en plena tormenta de alta mar.

Tengamos siempre en cuenta que la unidad de España se hacer para algo y por algo. En caso contrario fracasará.

Para ampliar la idea que he intentado plasmar convendría repasar España invertebrada de José Ortega y Gasset. Libro que debería ser obligatorio en cualquier Universidad (si quiere escribirse con mayúsculas), son sólo ciento cuarenta páginas cargadas de contenido y debate.


Escuchado mientras escribo: Seda negra - Tako.

domingo, 21 de julio de 2013

Periodistas y gladiadores

Por Beito Rubido en "La Tercera" de ABC, que razón tiene.

Ocurre con frecuencia que los periodistas quieren ocupar el lugar de los políticos, mientras estos sienten la irrefrenable tentación de dirigir los medios. Es el mundo al revés. O, para ser más precisos, la democracia al revés. Las empresas de comunicación abandonan su original misión hasta pervertirla. Pasamos de intentar ser la conciencia crítica del poder a pretender erigirnos en sus antagonistas. O en el propio Poder. Renunciamos a la labor de información y reflexión reposada e independiente para enzarzarnos en un debate descarnado, donde los partidos quedan en un cómodo segundo plano, a la espera de los posibles réditos del enfrentamiento a muerte entre los periodistas. Puede que nos parezca normal porque es lo que estamos acostumbrados a leer, ver y oír, pero no tiene ningún sentido. Ni mucho menos constituye un buen servicio al deber de contribuir a reforzar una sociedad sana, libre y avanzada. Al contrario, estamos ante una clarísima involución, en donde todos, aunque unos más que otros, arrastramos una cuota de responsabilidad.
 
Hace apenas unas semanas, el presidente de Coca-Cola Iberia, Marcos de Quinto, reflexionaba con un grupo de empresarios acerca del fenómeno del enfrentamiento entre periodistas de distintas sensibilidades ideológicas. Decía percibir mayor enconamiento entre los profesionales de la comunicación que entre los propios políticos y, desde luego, muy superior que entre los ciudadanos de a pie. Cuando el contraste de opiniones tiene lugar en un plató de televisión, se traduce desde la primera intervención en un bombardeo de descalificaciones al contrario. Casi un linchamiento, muy efectista, pero, por lo demás, del todo previsible. La pauta del programa incluye prácticamente siempre los mismos temas y personajes: cada frente se atrinchera en sus posiciones y ataca sin piedad hasta descender a lo zafio y personal. Se agranda el problema, que acaba por parecer casi un asunto de Estado. Mientras, se hurtan a la opinión pública otras muchas informaciones de su interés. El debate mediático condiciona los puntos de vista y determina lo que es importante y lo que no. Y lo que resulta más grave: provoca un desequilibrio de percepciones que nada bueno puede reportar a una sociedad urgida de madurar.
 
La centralidad del debate social sigue estando ocupada, en gran medida, por la agenda que marcan los diarios de información general. Pero no cabe duda de que televisiones y radios amplifican ese debate y ejercen mayor influencia sobre la opinión pública. En España, el dial radiofónico se encuentra más o menos equilibrado, mientras que la televisión se ha escorado hacia la izquierda. Se aleja así de una parte notable de su audiencia, que se siente huérfana de contenidos audiovisuales más cercanos a su sensibilidad política. Ni siquiera se satisface el derecho de los ciudadanos de acceder a una reflexión crítica e independiente. Salvo honrosas excepciones, la controversia que se manifiesta en los platós tiene más que ver con el espectáculo que con una contraposición de pareceres y análisis. Si un español se limita a juzgar el momento político por los fragmentos de realidad que determinados medios le aportan, concluirá que estamos a las puertas del Apocalipsis.
 
Tengo para mí que los comunicadores hemos sobreactuado en los últimos tiempos. Hemos sobrepasado los límites que le son marcados a nuestra propia actividad. Los periodistas no somos policías ni fiscales. Aún menos jueces. Incluso en nuestro aparente papel de informadores hemos desanimado a nuestras audiencias en exceso. Nos hemos regodeado en el pesimismo y el derrotismo; hemos optado por ahondar en las miserias. Trasladamos al ciudadano nuestras angustias económicas.
En España se está produciendo un desplazamiento de funciones e identidades entre poderes y otros protagonistas del juego democrático. La sociedad civil, a pesar de la irrupción de todo tipo de iniciativas, se ha debilitado en los últimos treinta años. Los poderes públicos se han vuelto hegemónicos y más constrictivos cuanto más pequeño es el territorio. Han ofrecido comodidad y bienestar a los ciudadanos a cambio de que estos renunciaran a sus derechos e ideas y, lo que es peor, a creer en ellos mismos.
 
Al tiempo, los partidos se han afanado en transformar su tradicional laboratorio de ideas en mecanismos de perpetuación. Los militantes han pasado a ser funcionarios. Las figuras, becarios. El debate se suplanta por el aplauso; la brillantez, por las adhesiones. La consecuencia es un empobrecimiento de la vida política. Un abandono del debate democrático, de la lucha parlamentaria y de la libertad de pensamiento. Justo de aquello que hace progresar a los pueblos. Una dejadez y una mediocridad que han llevado a que la dialéctica política se traslade a los medios de comunicación. Y así, en la democracia española, hemos pasado del debate político al debate mediático.
 
Los medios hemos usurpado la dialéctica parlamentaria, pero sin los límites ni la cortesía que le son propios. Estamos más enfrentados los periodistas que los políticos. Y lo preocupante es que de este modo se desdibuja la actualidad. Se modifica al gusto de tal cadena, cual periódico o aquel grupo de comunicación. La lupa de unos u otros amplifica determinados asuntos, mientras en España sigue siendo fundamental mirar hacia el drama del paro, la ilusionante recuperación económica, la reforma administrativa o educativa, la modernización del país, los intentos sediciosos de determinados nacionalismos… En definitiva, apremia la puesta al día de España y de los españoles, después de la fiesta y la siesta que en la bonanza pasada nos dimos todos, sin que nadie nos alertase del abismo hacia el que nos abocábamos tan felices. Falta reflexión de fondo. Mensajes fundados en pensamientos. Visión de futuro. Compromiso con el bien común. Estamos todos instalados en el corto plazo. Y así nos va.
 
Con esta dinámica no vamos a ningún sitio. Anima poco y resulta nada constructivo ver cómo «plebe y Senado» acuden al circo mediático a contemplar la lucha de unos gladiadores periodísticos que saltan a la arena y allí se convierten en jueces y césares de la sociedad. En esa arena escenifican luchas que no les corresponden. Los medios y quienes trabajamos en ellos podemos ser guardianes de la democracia. En ocasiones, alertando; en otras, dando esperanza, siempre contando la verdad, pero nunca suplantando el papel que la sociedad democrática tiene otorgado a otros. En ese equilibrio inestable que es el juego democrático, cuando los jugadores cambian sus posiciones corren el riesgo de convulsionar a la sociedad.